Habito de nuevo en este estival quicio que presagié luminoso y propicio.
El invierno ya descansa , tras vomitar indigestos y macilentos domingos.
El óvalo asimétrico y bizco del frío , como placer prohibido , se ahoga en las cálidas aguas de vivificante río.
Las oscuras retinas olvidan las horas clandestinas , en las que agonizantes invocaban a la vida.
El dolor de nuevo se disfraza , mientras el cuerpo desnudo del yo toma el Sol en cualquier escondida terraza.
Emergen turgentes flores sobre la superficie epidérmica de verde océano , cómplice de mis manos.
Se divorcian las auroras de los crepúsculos , esclavos del tiempo y sus lacayos , los minutos y sus inexorables segundos.
Perdido en el estrépito de imposibles soñares , el Cielo envuelto en infinita vacuidad se sumerge en el oscuro mar.